El Instituto Tecnológico de Materiales trabaja para que el acero se convierta en soporte de células fotovoltaicas y lograr así una energía limpia y barata.

Las energías renovables cuentan con muchos puntos a favor. Su limpieza y menor carga contaminante deberían bastar para apoyarlas sin paliativos. Pero cuentan con un hándicap que en muchos casos frena su desarrollo: son caras. Para luchar contra esta losa, las empresas llevan años buscando alternativas que consigan reducir las inversiones con el apoyo de distintos centros de investigación. Uno de ellos es el asturiano Instituto Tecnológico de Materiales (ITMA), que desde 1991 trabaja con la vocación de incrementar la competitividad de las empresas a través de la innovación.
Gracias al proyecto CETICA (la Ciudad Eco-Tecno-lógICA) liderado por ArcelorMittal y en el que participa como socio industrial, Acciona, se busca, entre otros muchos objetivos, conseguir que el acero se convierta en un soporte de células fotovoltaicas, y de ese modo, utilizar el metal en la construcción de paneles solares.
Para este desarrollo se ha constituido un equipo multi-empresa compuesto por investigadores de Acciona, ArcelorMittal y el propio ITMA. Como responsable del equipo del ITMA está el mismo David Gómez. "El objetivo final es el de conseguir que el acero se utilice como soporte y sustituya al actual, que es el vidrio", comentó Gómez.
Rentabilidad
Y por qué se buscan alternativas? La respuesta es rentabilidad. Gómez explica que los primeros paneles eran de silicio, el material idóneo y de mayor calidad, pero también el más caro. "Tienen que ser muy puros, el 99,999%, y además el procedimiento de cortado de panes encarece aún el procedimiento", admite. En este caso, la inversión es de entre 1,5 y 2 euros por vatio de electricidad generado. "Hasta pasados dos años, no se consigue rentabilidad, en el mejor de los casos", asegura el investigador.
Ante tal situación, las empresas no tuvieron otro remedio que buscar alternativas más asequibles. A mediados de la década de los 90, surgieron los paneles de segunda generación. "El origen también es el silicio, pero sobre un soporte de vidrio. Es lo que se denomina silicio amorfo", asegura David Gómez. Aquí, la inversión baja hasta el euro por vatio. Pero también hay desventajas. "Tiene un rendimiento más bajo, un 10% menos que el silicio puro", prosiguen desde el ITMA.
El camino de la investigación no se frena y es ahí donde aparece el proyecto CETICA y la posibilidad de trabajar con el acero. "El vidrio tiene el hándicap de que se tiene que producir uno a uno los paneles. Además, su integración arquitectónica es complicada y es muy frágil", explica Gómez. Por eso dirigieron sus miras hacia el acero. Aporta varias ventajas. Es más ligero, se puede fabricar en cadena y su integración en los edificios es relativamente sencilla. Complicación: lograr que el acero sea apto como soporte para incrustarle células fotovoltaicas, la madre del cordero.
A día de hoy, este grupo de investigadores y el equipo de David Gómez han conseguido llegar a su objetivo con resultados eficaces, es decir, que las células puedan absorber la luz para convertirla en energía. "La eficacia que hoy en día hemos conseguido es algo más baja que con el vidrio", afirman desde el ITMA. Los investigadores han demostrado estos avances en células con una magnitud de 10 por 10 centímetros, un tamaño mínimo para poder escalar el producto industrialmente. La investigación desarrollada en el proyecto CETICA podría suponer un vuelco en el mercado de paneles fotovoltaicos. Actualmente, las placas de silicio cristalino copan el 80% del mercado y el resto se lo llevan las células solares de capa fina. Sin embargo, David Gómez comenta que en un plazo de 10 años las previsiones apuntan a que las cifras se equilibrarán. "De todos modos, en un sector donde la investigación es constante, yo no me atrevo a hacer tales predicciones", concluyó.